Esfero Tramas

Esfero Tramas
Arte en movimiento

lunes, 19 de noviembre de 2007

Contexto en Argentina:

El arte Argentino también sintió la creciente necesidad de experimentar con nuevos materiales y entablar un diálogo dinámico entre la obra y el espectador. La evolución artística argentina no ocurre de manera aislada de las tendencias más innovadoras a nivel internacional, antes bien corre paralela o se anticipa a algunas vanguardias (1).

Alrededor de 1950 algunos artistas denuncian un cambio radical en el campo de las Bellas Artes, rompiendo con la tradición como producto de la tremenda conmoción sufrida por la humanidad en todos los órdenes. Según ellos el arte era el medio indicado para movilizar las conciencias, mediante un uso de la libertad sin condicionamientos. Recurrieron a un manejo particular del espacio y la plástica que incluía el cientismo, revelando una profunda preocupación por enlazar arte y ciencia. La caída del peronismo y la llegada de un nuevo gobierno de facto provocaron nuevas búsquedas creativas, alejando el arte del discurso político.
La década del sesenta se caracteriza por una inusitada expansión de los medios de producción artística, que tiene su correlato en una amplia experimentación y en el desarrollo de formas híbridas.
Esta agitación se da dentro de un circuito artístico pujante propiciando un diálogo fluido entre la Argentina y el mundo participando galerías, museos y otras instituciones artísticas.
Los artistas argentinos buscan producir su obra y relacionarse para desarrollar sus ideas en contextos propicios o más adecuados tanto en el país como en el exterior.
El interés en la ciencia y la tecnología interesó a pintores y escultores logrando llevar a cabo reflexiones sobre la profunda influencia de los desarrollos industriales y tecnológicos en la vida cotidiana, haciéndose evidente tanto en las producciones artísticas como en las discursivas.
Primeramente, hubo un gran número de obras que hicieron uso de nuevos materiales y una tendencia definida hacia el op-art. Posteriormente hubo algunos textos programáticos como el Manifiesto del Arte Generativo (1960), e importantes reflexiones, como el texto inédito de Luís Felipe Noé, El Arte entre la Tecnología y la Rebelión (1968), donde el autor meditaba sobre el impacto de los medios masivos y la tecnología sobre el arte y la sociedad. Paralelamente, muchos artistas investigaron abiertamente con dispositivos mecánicos y electrónicos, luces, máquinas, nuevos materiales, proyecciones fotográficas y cinematográficas, sistemas de sonido, video y computadoras.
En ese año Guillermo Mc Entyre y Miguel Ángel Vidal generaban secuencias ópticas que producían efectos de movimiento, liberando el color y las formas de su contenido simbólico, creando una nueva realidad. Como dice Burrucúa:
“(…) de ahora en más se crearía un consenso creciente en torno a la idea de que el arte argentino había puesto en hora su reloj y que, por primera vez, el impulso creativo de los artistas de Buenos Aires corría paralelo, e incluso por momentos anticipado, al ritmo que sacudía a los grandes centros artísticos” (Burucúa: 1999, 48 y siguientes).

El arte cinético fue una de las corrientes más importantes, por su producción y proyección internacional. En Paris, los argentinos Julio Le Parc y Horacio García Rossi junto a Francisco Sobrino, Francois Molleret, Joël Stein e Yvaral fundaron el GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel) en 1960. Su trabajo fue acompañado por el de otros artistas argentinos independientes como Gregorio Vardánega, Martha Boto y Hugo Demarco, cuya obra sería considerada un importante punto de referencia para el arte cinético. El GRAV adoptó la producción de “multiplicidad”, en reemplazo de la obra única e individual, e interesados en la creación colectiva y anónima, desarrollaron una variedad de eventos públicos que denominaron Laberintos. Para ellos, el contexto de exhibición y el lugar del espectador eran fundamentales. Esta convicción los llevó a experimentar con efectos ópticos y cinéticos dirigidos al “ojo humano”, denunciando el elitismo del arte tradicional que apela al “ojo cultivado”. A través de la tecnología, el GRAV buscaba una vía hacia la erosión de los límites entre arte y vida.

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